EL PARADIGMA HOLÍSTICO-ECOLÓGICO (PARADIGMA NO-DUAL DE COGNICIÓN)
“Ningún problema puede ser resuelto desde
el mismo nivel de consciencia en que fue creado”
A. Einstein.
“Solo podrá crearse una nueva sociedad
sí ocurre un cambio profundo en el corazón humano”
Erich Fromm
Por: José Guillermo Jaramillo C.
Medellín, agosto 26 de 2021
I – CONTEXTO
Para referirnos al “Paradigma no-dual de cognición” (no-dualidad) necesariamente tenemos que situarnos en el contexto de la evolución en un sentido amplio, es decir, no solamente de la evolución biológica o genética de las especies, incluida la humana, sino de la evolución general del universo cuyo proceso evolutivo desde el Big Bang hasta hoy, lleva transcurrido aproximadamente 14 mil millones de años; el planeta Tierra se formó dentro del torbellino expansivo del cosmos hace 4.300 millones de años y, la vida surge hace 3.900 millones de años. La especie humana representada por el “Homo sapiens” hizo su aparición hace apenas 300.000 años y su evolución biológica se detuvo hace unos 50.000 mil años, y desde entonces, la evolución no fue ya genética sino cultural y social (el cuerpo y el cerebro humanos siguieron teniendo la misma estructura y tamaño). El universo sigue en expansión y la evolución su curso; ahora es la consciencia humana la que muestra de manera más patente esta evolución. (Pierre Teilhard de Chardin reconoce tres etapas en la evolución: la geosfera, la biosfera y la noosfera).
Las primeras civilizaciones surgen entre, aproximadamente, 5.000 y 7.000 años atrás, aclarando que estas civilizaciones han surgido en un momento determinado, tienen su tiempo de esplendor y su decaimiento y desaparición. Así podemos rastrear las civilizaciones: india, nacida en los valles del Indo, la china, nacida en la cuenca del rio Amarillo; y las civilizaciones del Mediterráneo: sumeria, egipcia, fenicia, helénica, antes de la era cristiana y, en la era cristiana hasta hoy, la islámica, cristiana ortodoxa y cristiana occidental. Es en este período evolutivo donde podemos ubicar la evolución de la consciencia, que se refleja, principalmente, en los progresos tecnológicos, la aparición y perfeccionamiento del lenguaje, de organización social y económica y, las distintas manifestaciones religiosas.
El recorrido de la consciencia humana en su evolución, nos ayuda a comprender los distintos momentos que ha vivido la humanidad desde la aparición del Homo sapiens-sapiens (el hombre moderno hace aproximadamente, 120.000 años). Los niveles básicos de consciencia que la humanidad ha recorrido podrían agruparse en estas categorías: arcaico, mágico, mítico y racional; hoy, nos situamos en el umbral del nivel transpersonal. He aquí una breve síntesis:
1. Nivel arcaico (hasta 200.000 años a.C.) El hombre primordial vivía en un estado de consciencia más animal que humano, sin conciencia de un “yo” separado y su afán, la supervivencia. Su mundo eran las sensaciones y el instinto.
2. Nivel mágico (200.000 a 10.000 años a. C) experimenta un tiempo más allá del presente inmediato, su estado de conciencia se halla inmerso en lo físico-emocional, se dedica a la caza y recurre a la magia como apoyo (el cielo, el trueno y otros fenómenos están “vivos” y se pueden controlar en beneficio propio, por medio de palabras y ritos mágicos).
3. Nivel mítico (10.000 a 1.500 años a. C) Período del desarrollo de la agricultura, la organización social, la escritura, perfeccionamiento del lenguaje, las religiones y, socialmente se empieza a vivir en grupos, cuyas historias (mitos) se transmiten de una generación a otra. Surgen en este estadio las primeras civilizaciones antes mencionadas.
4. Nivel racional-mental. (1.500 a. C a hoy) Se caracteriza por la aparición del ego y el pensamiento abstracto. El ego llega a verse como la única y suprema realidad. Llega a su apogeo a partir de la modernidad (siglo XV) y, especialmente con la Ilustración (siglos XVIII y XIX). Dentro de este nivel mental surge, hacia el final, el nivel de conciencia integral cuya característica es pensar desde diferentes perspectivas, o mejor, desde una perspectiva global, holística, superando las ideologías rígidas. De ahí que surjan con fuerza las cuestiones ecológicas, pacifistas, feministas y espirituales.
5. Nivel transpersonal (transmental o egoico). Se empieza a superar la mente, nos hacemos conscientes de nuestra propia consciencia, es decir, nos situamos más allá de la mente; la mente y el pensamiento son vistos como objetos. Se trata de un estado de consciencia expandido, caracterizado por la intuición más que por el pensamiento reflexivo, por la unidad más que por el individualismo.
Los diferentes niveles o estados de consciencia antes descritos se corresponden con un modo propio de cognición, es decir, una manera específica de acercamiento a la realidad para conocerla e interpretarla. Dicha forma configura un marco o modelo de comprensión, denominado paradigma, esto es: teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento (DRAE). En síntesis, son los supuestos fundamentales, los valores, las creencias, los conceptos y las técnicas utilizados para ver e interpretar la realidad. Los distintos niveles de consciencia se agrupan en “paradigma premoderno” el que corresponde al nivel de consciencia mítico; “paradigma moderno” el que corresponde al nivel de consciencia mental-racional y, el “paradigma postmoderno” el correspondiente al nivel transpersonal.
Este acercamiento a la realidad, dijimos, lleva obligado un modo de cognición específico según el nivel de consciencia. En el nivel racional- mental su modo predominante es el modo analítico dual, fiel hijo del “método científico”; el modo por identidad no-dual, corresponde al paradigma postmoderno o transpersonal.
II – EL CAMBIO DE PARADIGMA
El dramático cambio de conceptos e ideas que tuvo lugar en la física a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX y que sigue teniendo consecuencias en las teorías actuales sobre la materia, han significado un cambio en la visión del mundo, desde la perspectiva mecanicista de Descartes y Newton, hasta la visión ecológica y holística de hoy. La exploración del mundo atómico y subatómico puso a los científicos frente a una inesperada realidad, hasta el punto de que los conceptos básicos que venían utilizando resultaban inadecuados para describir los fenómenos atómicos recién descubiertos, basta este ejemplo: las partículas subatómicas distan de ser sólidas, de hecho, no tienen nada que ver con la materia, la mayor parte del tiempo se comportan como ondas, más que como partículas, algo así como esto: “la materia no está compuesta de materia” (Hans Peter Durr). Esta situación provocó, no solamente una crisis intelectual, sino también emocional y, aún, existencial. Estos nuevos hallazgos no solamente impactaron la física, también tuvieron su impacto en otras disciplinas: la biología, la antropología, la medicina, la sociología, la psicología, la economía y, en general, la cultura humana y sus implicaciones en la organización social.
PARADIGMA MECANICISTA
Durante casi cuatrocientos años, las sociedades occidentales – y cada vez más las sociedades de todo el mundo- han estado viviendo un cuento mortífero inspirado en los preceptos básicos de la física newtoniana. Esta historia relata lo siguiente: El Universo se parece a un gran mecanismo de relojería puesto en movimiento por un maestro relojero al principio de la creación y que ha seguido funcionando hasta que se le acabe la cuerda. En pocas palabras, vivimos en un universo muerto y que se va consumiendo. La materia es la única realidad, y el todo no es ni más ni menos que la suma de sus partes. Al mejorar nuestra comprensión de las partes a través de los principios reduccionistas de la ciencia vamos adquiriendo dominio sobre todo y el poder de doblegar a la naturaleza según nuestros propósitos. La conciencia es una ilusión; la vida sólo un resultado accidental de la complejidad material. Hemos evolucionado a través de una combinación de mutaciones genéticas al azar y de una lucha competitiva en la que los más aptos han sobrevivido y florecido mientras que los más débiles y menos valiosos perecían. Ni la conciencia ni la vida tienen significado o propósito. Las personas son máquinas extremadamente complejas cuyo comportamiento está dictado por leyes naturales que se pueden conocer…”
El origen y la inspiración de estos supuestos se debe a las ideas defendidas por R. Descartes: “Toda ciencia es sabiduría cierta y evidente. Rechazamos todos los conocimientos que sólo sean probables. Sólo aceptamos aquellos de los que no cabe dudar”; F. Bacon: “La naturaleza tenía que ser acosada, sometida y obligada a servir, debía ser esclavizada y reprimida a la fuerza. Torturarla hasta arrancarle sus secretos”; G. Galilei: “La ciencia debe centrarse en las propiedades de los cuerpos que solo pueden ser medidos y contados”, I. Newton: “Dios creó partículas con sus fuerzas y leyes internas causantes del movimiento. El universo fue puesto en marcha como una máquina gobernada por leyes inmutables”.
El modo de cognición en este paradigma es el “modo dual” por reflexión y análisis que nace con la mente y establece una diferencia entre el sujeto que conoce y el objeto conocido y absolutiza tal diferencia hasta el punto de que las cosas son tal como la mente las ve. Es una clara derivación del “Pienso, luego existo” (Descartes) donde el yo debe su existencia justamente al hecho de pensar; en otras palabras, se reduce lo que somos a la mente. Estamos ante el “dualismo cartesiano” que establece una contraposición entre la mente y la materia, así hacen su aparición el dualismo, la separatividad y la objetivación, ya que pensar es delimitar, definir. La mente solo puede separar y, al mismo tiempo, convertir todo en objeto. Se absolutiza el pensamiento y se dejan de lado otras formas de conocer, hasta llegar a identificar conocimiento con el pensamiento. Es indudable que este modelo ha producido importantes logros en el mundo de lo pragmático, el mundo de los objetos, pero deja por fuera realidades que no son objetivables, la consciencia, por ejemplo. Es un modo reduccionista y lineal que fragmenta y divide y deriva en valores tales como: competencia, egoísmo, énfasis en la cuantificación, el crecimiento desmedido, en el dominio de la norma y los límites; en esencia, convierte la realidad en un mundo frío e inhumano.
PARADIGMA HOLÍSTICO-ECOLÓGICO
La nueva historia que se está escribiendo es más o menos así: “El universo es un sistema auto-organizado comprometido en el descubrimiento y la realización de sus posibilidades a través de un continuo proceso de trascendencia hacia niveles cada vez mayores de orden y autodefinición. La ciencia moderna ha confirmado la antigua sabiduría hindú de que toda la materia existe como una danza continua de energías que fluyen. De manera similar, las células de un organismo viviente, que están en un estado de constante flujo de energía, mantienen su integridad individual en tanto que funcionan con coherencia como partes de todos mayores. La inteligencia y la conciencia pueden adoptar muchas formas y penetran de alguna manera en la materia. Lo que conocemos como vida puede no ser un accidente de la creación sino algo intrínseco a ella, algo que la atrae y que da forma al despliegue creativo del cosmos. Para los seres humanos saludables el vivir plena y conscientemente al servicio de las aptitudes de nuestro ser, de nuestra comunidad y de nuestro planeta, que se despliegan ante nosotros es una evidencia sustancial completamente natural. En nuestro olvido, hemos llegado a dudar de este aspecto de nuestro ser. Ya es hora de despertar de nuestro olvido y de asumir la responsabilidad consciente para dar nueva forma a nuestras instituciones.
El modo de cognición No-Dual, propio del paradigma holístico-ecológico es, ante todo, un modo de conocer experiencial, que nos acerca a realidades hasta ahora desconocidas o, al menos, inexpresables; un conocimiento independiente del condicionamiento social y de la voluntad del sujeto. Este modo se asienta en la consciencia o atención no mediada por la mente y conduce a un “conocimiento por identidad”, esto significa que somos uno con la realidad conocida, sujeto y objeto son No-dos (No-dualidad). Un ejemplo ilustra de manera elocuente esta forma de conocer: Si piensas la vida, esta es solo un objeto que posees y, por tanto, puedes perderlo. Por el contrario, si atiendes la vida de una manea no mediada por la mente, percibirás que la vida, simplemente, es y que tú mismo eres vida, no existe ninguna distancia entre la vida y tú. Este modo de conocimiento conduce a la consciencia de la totalidad y la unidad de todo lo que existe, incluido el sujeto que conoce y, por lo tanto, deriva en valores tales como: inclusión, generosidad, compromiso, diálogo, sensibilidad, compasión, comprensión integral, creatividad y cuidado. El camino para llegar a este modo de conocimiento es el silenciamiento de la mete: atención plena, meditación, contemplación.
La distinción entre “pensar” y “atender”, modos básicos correspondientes a los modos de cognición de ambos paradigmas, no significa que exista una contraposición entre estas formas. Es cierto que la identificación con el pensamiento hace imposible la atención, pero no es menos cierto que la persona integrada (espiritual) puede vivirse habitualmente en la atención, y desde ahí utilizar el pensamiento como una herramienta eficiente de la que se sirve.
Es nítido el contraste entre el paradigma en decadencia y el nuevo paradigma: es pasar de la visión de un mundo muerto a la visión de un mundo vivo, de la frialdad de una máquina, al esplendor de un organismo viviente, de cuerpos separados, a un entramado de relaciones e interacciones, aunque invisibles, entre todos los cuerpos existentes. De una realidad fragmentada a una realidad unitaria (no-dual), aún en la diversidad de formas. Estamos ante la visión nueva de la realidad, donde la ciencia y la espiritualidad, otrora distantes, divergentes y contrarias, confluyen y se complementan: “Una ciencia madura es espiritual, y una religión madura es científica” (E. Lazlo), “una ciencia con consciencia” (E. Morin).
III. CONCLUSIÓN
La polifacética crisis cultural que viene afrontando la humanidad desde la segunda mitad del siglo XX y a las puertas del siglo XXI, lleva a repensar la forma en que la sociedad humana se viene organizando y conduciendo, en aras de un cambio transformacional para beneficio de la paz mundial y la salud del planeta, toda vez que “nada sobrevivirá, si la Tierra no sobrevive” (M. Fox). El deterioro del medio ambiente que ha traído consigo un incremento de los problemas de salud de las personas y, paralelamente, la desintegración de la sociedad con signos evidentes de trastornos del comportamiento, suicidios, violencia, inequidad económica, pobreza, injusticia, desempleo, deficiencia de liderazgo, corrupción política, entre otros, constituyen una voz de alarma acerca de la rigidez de las estructuras sociales que no permiten la adaptación a los cambios de la evolución cultural, hasta el punto de vislumbrar su derrumbe y desintegración.
La crisis actual, que no puede ser superada con los mismos lineamientos que le dieron origen, no solo es una crisis de individuos, de gobiernos o de instituciones sociales, sino una crisis de dimensiones universales. Se hace necesaria, entonces, una transformación de fondo, es decir, un cambio de paradigma, que conlleve, a su vez, un cambio de mentalidad, de conceptos, de valores y de prácticas. De la misma manera que los “odres nuevos”, indispensables para la supervivencia en las travesías por el desierto, era un asunto de vida o muerte (pues un odre viejo dejaba escapar el vino), hoy, nuestro mundo enfrenta el desafío de la supervivencia humana y planetaria. Significa que el paradigma que inspiró y moldeó nuestra sociedad humana occidental desde hace aproximadamente 400 años habrá de ser reemplazado por un “paradigma nuevo” que sea respuesta a las necesidades humanas y del planeta. Este nuevo paradigma, es el holístico-ecológico cuyo nivel de consciencia es transpersonal y su modo de cognición, el no-dual por identidad; un paradigma que reconcilia el mundo físico con el mundo espiritual. Dicha transformación debe iniciarse con el cambio profundo del corazón humano, léase, su centro interior, como tantos sabios y místicos intuyeron hace muchos siglos.
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Esta reflexión está basada en los siguientes autores y textos:
Enrique Martínez Lozano: “Otro Modo de ver, Otro modo de vivir” – “Vivir lo que somos”
Fritjof Capra: “El Punto Crucial” – “La Trama de la Vida”
Ervin Laszlo: “La Naturaleza de la Realidad”
Peter Russell: “Ciencia, Conciencia y Luz”
David Korten: “El Mundo Post Empresarial”
Matthew Fox: “La llegada el Cristo Cósmico”
Por: José Guillermo Jaramillo C.
Medellín, agosto 26 de 2021
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