El inicio
"Parece que la producción de alimentos no es prioridad en el país". Esta frase se escucha con mucha frecuencia cuando el diálogo aborda temas del agro en El Salvador, el país centroamericano más pequeño, pero con alta densidad poblacional. En esta línea, el gobierno salvadoreño ha quitado los aranceles para las importaciones de alimentos de sus países vecinos, lo que dificulta aún más la situación para muchas familias campesinas. Ante este panorama, la red de promotores y ambientalistas para una agricultura sostenible de Ilobasco, cuando nace en 2019 prioriza contribuir a la seguridad y soberanía alimentaria mediante la agricultura sostenible y con un enfoque agroecológico integral, logrando una armonía de la vida de las personas con el planeta.
Son pequeños grupos locales de mujeres y hombres agricultores campesinos de diferentes localidades rurales del distrito Ilobasco en el municipio de Cabañas los que, apoyados por la Cáritas se organizan como red ante la necesidad de articularse para promover y coordinar voluntariamente acciones en torno a la producción agroecológica, diversificación y defensa del medio ambiente. Cada grupo local envía a personas como delegadas que representan al grupo dentro de la red. De esta manera logran coordinar y sincronizar acciones. Actualmente la REPASAIL cuenta con 28 promotores, 13 de ellos mujeres y aglutinando grupos de 8 cantones del distrito Ilobasco en el departamento Cabañas. El objetivo de la red gira en torno a la participación e intercambio de conocimientos, prácticas y semillas, en el territorio, logrando la inclusión de diferentes grupos etarios.
Desde ahorro hasta fitomejoramiento
En muchos de los caseríos han surgido grupos de ahorro económico como respuesta organizativa comunitaria ante la falta de acceso al crédito bancario. La captación de dinero por concepto de ahorro, por lo general las personas socias del grupo -participan más mujeres que hombres- ahorran cada semana sumas módicas. Este capital sirve para poder otorgar pequeños préstamos a las personas interesadas, en su mayoría dedicados a pequeños proyectos productivos. Existe bastante interés en las familias campesinas por trabajar y participar de forma comunitaria.
Con frecuencia dentro y entre los grupos se comparten e intercambian semillas nativas y criollas. Desde la red se práctica el fitomejoramiento participativo campesino, Un grupo de 10 personas como promotores se dedican a recuperar semillas nativas. De esta forma se ha logrado rescatar 10 variedades de maíz y 20 de fríjoles. Estas variedades ya han sido masificadas mediante el trueque de semillas; hasta Mons. José Elías Rauda Gutiérrez, obispo diocesano participa en este intercambio de semillas: “Las plantas no son enemigas, pero nos han metido a la cabeza de usar venenos para combatir lo que llaman maleza”. Parte del trabajo del fitomejoramiento es también la recuperación de formas adecuadas para guardar las semillas.
“Cuando realizamos los primeros cursos sobre agricultura sostenible, muchas personas aún usaban agro-tóxicos”, recuerda Henry Rodríguez, coordinador de la Pastoral Campesina y de la Tierra de Cáritas. Llama la atención que para evitar usar plástico y producir basura, las personas cuando asisten a cursos o reuniones traen su plato, vaso y cubierto; la mayoría de las veces, las reuniones incluyen la organización de un altar de abundancia y agrobiodiversidad. Cada quien trae lo que puede en cuanto a semillas, frutas y plantas, alimentos procesados artesanalmente, remedios biológicos para el control de plagas. El altar obedece a un multipropósito: se comparte y agradece en comunidad, se visualiza la abundancia y la biodiversidad en lo tangible y se estimula la abundancia en lo emocional y motivacional y al final cada quien puede llevarse algo del altar.
Enganche para la juventud.
La red ha identificado el riesgo de perder a la gente joven debido a la frecuente migración. Roberto Rivera y Carlos Avendaño, comparten sobre el tema: “Los padres nos encargamos con frecuencia a que los jóvenes se vayan; esto tenemos que cambiar. A las personas jóvenes más que el trabajo en la milpa les interesa el procesamiento de materia prima, la apicultura y también la venta a nivel local”. Hay familias de la REPASAIL que procesan los frutos del sagú (una especie de palmera) sacando almidón p. ej. para la panificación o galletas. Ñame y la malanga son otros cultivos rescatados, ingredientes ideales para las sopas.
Roberto, recordando los principios de la red y pensando en el reto de despertar interés en l@s jóvenes para la vida en el campo y una agricultura amigable con la naturaleza y los seres vivos comparte con una sonrisa: “Para quienes empiezan el proceso resulta una tortura aprender, pero luego la misma persona percibe la recompensa. Esto lo tenemos que compartir con los jóvenes”.
Collar de retos
La REPASAIL, por el momento una organización de hecho o sea aún no se ha formalizado para contar con personería jurídica, ha identificado retos como perlas en un collar. Con el apoyo de la Cáritas y mediante un proyecto auspiciado por Misereor, pero también otros aliados como universidades, ONGs etc. trabajan suelo y agua mediante, semillas criollas y bosque mediante una agricultura sostenible y agroecológica. En el plano territorial y con apoyo firme de la diócesis y del clero, encabezado por el Padre René Valle se ha logrado, apoyar en la sensibilización de pobladores y tomadores de decisiones, para solicitar a la asamblea legislativa salvadoreña y gobierno central, la ley de prohibición de la minería metálica y conociendo las consecuencias nefastas de la minería en el vecino país Honduras, no se ha permitido actividades extractivas. La crisis climática y las prolongadas sequías son otro frente del trabajo de la red, introduciendo técnicas rústicas de riego por goteo. La producción de abonos y pesticidas orgánicos, etc. van a la mano con reducir drásticamente el volumen de desechos sólidos.
El epicentro de las actividades de la red y las familias participantes se centra en las huertas orgánicas caseras, utilizando el estiércol de la gallina y microorganismos de la montaña como abono, mulch y la mineralización de las plantas. Y de la huerta al procesamiento y preparación de comidas típicas para disfrutarlos en familia y para la venta. Estos antojitos, como diría Alfredo Echeverría “no es gran cosa…”. La moraleja de todo: si toda no gran cosa tuviese semejante alcance como lo caminado por la REPASAIL, el mundo fuese otro.
Mensajes al Futuro
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