Sí, volveremos a lo mismo: sembrando, plantando, cosechando y comiendo alimentos sanos.
Margarita Erbe, nació en Alemanía y vive en Santa Cruz (Bolivia). Trabaja en la «Huerta Agroecológica de la Fundación Colonia Piraí».
Gracias a la gente del Almanaque del Futuro, que planteándome esta pregunta me hizo definir mi posición. Cabeza dura: Sea lo que sea, pandemia, pospandemia, prepandemia – ni siquiera vuelvo–me quedo en lo mismo: trabajando en temas ambientales, promoviendo la agroecología.
En estos tiempos de pandemia se pararon las actividades en todo el mundo. Innumerables intelectuales se quedaron en casa, bien conectados, tratando de analizar lo que está pasando y pensando en alternativas para el futuro. Mundialmente los „think tanks“ (tanques de pensamientos) se llenaron como los tanques de petróleo, y a ver cuánto vale una reflexión, dentro de tantas otras, en estos tiempos.
Los pajaritos cantando, animales paseando por las ciudades, el cielo azul de la Pandemia. ¿Otro mundo es posible? Lxs que queremos otro mundo, soñemos, en todos colores, que nos va a fortalecer. Pero no nos engañemos. Volveremos a lo mismo, no habrá otra:
„Los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, no son más que temporales“, afirmó Inger Andersen, directora del programa ambiental de la ONU. Para mantener el calentamiento del mundo en el camino de mantenerse por debajo de 1,5 C este siglo, el mundo necesita recortes similares para el futuro previsible. Si el Covid-19 lleva a una caída de las emisiones de alrededor del 5% en 2020, entonces ese es el tipo de reducción que necesitamos cada año hasta que se alcancen las emisiones netas cero alrededor de 2050 (BBC News, 06/05/2020).
Otro mundo más sano y solidario es posible – en tiempos extraordinarios, eso quedará como una de las experiencias de la pandemia, y quizás se acercará más gente a los movimientos ambientales. Millones y millones de seguidores se suman a la lucha contra el cambio climático. No obstante este movimiento sigue siendo demasiado pequeño. Los daños son irreparables, diariamente se perpetua y se promueve la destrucción de bosques y tierras, los mares, la atmósfera en todos los países del mundo, por billones y billones de dólares, euros, o yuanes chinos. No se trata de evitar el cambio climático, sino de enfrentarlo. Desde hace medio siglo estamos en medio de ello, sin haberlo sabido.
En vano hasta Angela Merkel, cancillera alemana, levanta la voz insistiendo en que los billones suministrados para salvar las empresas alemanas se inviertan priorizando formas sustentables y ecológicas. „El pueblo“ exige volver a lo mismo, lo más rápido: a trabajar para ganar dinero, para comprarse más y más cosas, a viajar adonde sea, lo más barato, a compartir con miles de personas fiestas, futbol y felicidad. Propaganda por todos lados, „el consumo no debe parar“. Levantando las medidas de confinamiento, por el ruido del tráfico ya no se escucha el canto de los pájaros, el ritmo de quehaceres se acelera día por día, los grandes y pequeños almacenes se llenan de gente, la producción en auge, los aviones pintando cada vez más sus rayas blancas en el cielo azul.
Volvemos a lo mismo, las injusticias gritan al cielo y las brechas sociales siguen agudizándose. Las venas abiertas de América Latina siguen sangrando.
Mientras que en la pandemia en Bolivia les falta la merienda escolar a niños y niñas, en Alemania se intenta garantizar que cada uno tenga su laptop para programas de educación virtual.
Mientras que en Bolivia se presiona explotar su mayor reserva de litio en el mundo porque los mineros potosinos ya no tienen cómo vivir dignamente, en Alemania se planifica producir a gran escala coches „verdes“ de la tecnología más avanzada, con baterías de litio.
Mientras que en Bolivia se queman millones de hectáreas, aumentando la frontera agrícola para las exportaciones de cultivos transgénicos, en Alemania ambientalistas luchan contra ambientalistas que quieren instalar turbinas de viento, argumentando que distorsionan el paisaje.
Mientras militares y policías en Bolivia encarcelan a miles de personas que incumplen las medidas de seguridad sanitaria y reclusión total, en Alemania miles de personas (que nunca en la pandemia vivieron una cuarentena total) salen francamente a lugares públicos protestando contra restricciones de sus derechos y libertades.
Mientras que actualmente en Bolivia el sistema de salud ya está en sus límites con 4000 infectados de COVID-19, en Alemania con casi 180.000 infectados nunca se llenaron más de 60 % de las capacidades para asistirlos con toda la infraestructura y los recursos necesarios.
Hace pocos años, a los ojos de intelectuales alternativos europeos, Bolivia resplandeció como ejemplo a seguir. Hay pocos países con una constitución tan completa y amigable con los cambios anhelados, integrando el concepto del Vivir Bien – Sumak Kawsay, fortaleciendo las comunidades campesinas e indígenas, hasta asignándole persona jurídica a la Madre Tierra – Pachamama.
Mientras tanto, Bolivia se fue envenenando cada vez más. Se convirtió en uno de los países del mundo con más uso de agroquímicos, tanto en los agroindustriales como entre los pequeños productores. Será lo mismo, durante y después de la Pandemia.
Y nosotrxs, trabajando en temas de medio ambiente: ¿Volvemos a lo mismo, viviendo y promoviendo la agroecología? La intención compartida de (re)valorar la agricultura como fuente de vida y como principal articulador entre ecosistemas saludables y sociedades sustentables. Sí, volveremos a lo mismo: sembrando, plantando, cosechando y comiendo alimentos sanos, en equilibrio con la naturaleza que nos rodea – hasta en las ciudades, en macetas, cajas, baldes y patios. Para que nuestro entorno sea verde y sabroso. ¡Qué cosa mejor habrá, si estamos delante del fin del mundo!
Soy Margarita Erbe,me crié y formé en Europa y en América Latina. Desde hace dos años me siento en casa en Santa Cruz – Bolivia, trabajando en la Huerta Agroecológica de la Fundación Colonia Piraí. Escribo estas reflexiones desde Alemania,en espera de poder volver a mi trabajo con mis colegas y hortalizas.
Fuentes:
Coronavirus y cambio climático: por qué la pandemia no es realmente tan buena para el medio ambiente
Climate change and coronavirus: Five charts about the biggest carbon crash
Paul Kingsnorth, Dark Mountain Project
The great giving up (and the film that made it worse)
A Bomb in the Center of the Climate Movement’: Michael Moore Damages Our Most Important Goal