Te lo digo yo, que estuve en el bosque y en el hospital
Una guerrera contra la deforestación contrajo el Coronavirus, se curó y ahora hace un llamado al mundo.
¿Cuál es la relación entre la deforestación, los animales silvestres y el coronavirus? ¿Más aún, cuál es la relación con la vía libre al uso de transgénicos?
Etelle Higonnet ha trabajado durante años para reformar las industrias del aceite de palma, el caucho, la soja y el cacao. Hace poco enfermó con el COVID-19 y desde su lecho escribió este texto que explica, con argumentos, que las pandemias como el COVID-19 están relacionadas con la deforestación y el comercio de vida silvestre.
Su texto, sin embargo, pone sobre la mesa muchas más interrogantes relacionadas con nuestro contexto inmediato. Por ejemplo, ¿los incendios forestales en la Chiquitania boliviana, tendrán algo que ver con la alta incidencia del Coronavirus en Santa Cruz? El humo, los pulmones, la deficiencia respiratoria. Etelle Higonnet lo vivió en carne propia.
La semana pasada se aprobó en Bolivia el Decreto Supremo 4232 que permite el uso de semillas transgénicas. ¿Tiene esto algo ver con la deforestación y por tanto con la vida silvestre y entonces con el surgimiento de nuevos virus?. Saque usted sus propias conclusiones. Lo que queda claro es que el uso de transgénicos evidentemente apunta a lograr una mayor eficiencia productiva, producción en mayor escala, y por tanto apunta a la ampliación de la frontera agrícola. Esto implica deforestación pero también otra ecuación: mayor producción de soja, más alimento para animales de granja; más animales de granja hacinados, mayores posibilidades para la aparición de enfermedades.
En este mismo número de Rascacielos, Gonzalo Colque, director de la Fundación Tierra, pone en cuestión el argumento de la seguridad alimentaria esgrimido por los empresarios agroindustriales bolivianos. Dos textos que merecen atención.
Una guerrera contra la deforestación contrajo el Coronavirus, se curó y ahora hace un llamado al mundo.
Etelle Higonnet
He estado enferma con COVID-19. Cuando comencé a escribir esto, confinada en mi departamento de Nueva York, pude sentir el temblor, el fuerte dolor de cabeza, el dolor muscular y articular que llegué a asociar con mi fiebre por coronavirus durante la primera semana. A medida que avanzaba la escritura y mi enfermedad, el virus atacó tejido alrededor de mi corazón, enviándome a la sala de emergencias del hospital más cercano, donde me separaron de mi esposo y contemplé la posibilidad de morir sola mientras escribía mi testamento.

Mi esposo, que irónicamente es un experto en salud pública especializado en preparación para pandemias, también estaba enfermo. En nuestras vidas habituales, mientras él lucha por proporcionar un mejor acceso a los sistemas de salud que salvan vidas para los más pobres y vulnerables del mundo, yo trato de proteger los bosques tropicales. Realizo investigaciones sobre la deforestación y hago campaña para responsabilizar a las principales empresas por su papel en la destrucción de la naturaleza.
Esta infección me hizo reflexionar con especial urgencia sobre cómo se interrelacionan su trabajo y el mío, cuando a causa de una destrucción planetaria de los bosques, los animales silvestres que allí viven son lanzados al contacto con los humanos y nos están llevando de una pandemia a otra.
La mayoría de las epidemias, como mi esposo me lo recuerda sin cesar, comienzan con «zoonosis», cuando una enfermedad salta de los reservorios animales a los humanos. Se estima que las tres cuartas partes de las enfermedades infecciosas emergentes de la humanidad provienen de la vida silvestre: quizás haya 1,6 millones de virus potencialmente zoonóticos. MERS probablemente vino de camellos dromedarios; el sarampión y tuberculosis de las vacas; SIDA de los primates y la gripe aviar de las aves. El SARS compartió el 99.8% de su genoma con un coronavirus de civeta. (Muchas civetas fueron masacradas después del brote del SARS). Se cree que la «gripe española» de 1918 provino de una granja de cerdos del medio oeste en los Estados Unidos. COVID-19 parece rastrear su origen desde un murciélago a través de un pangolín
En mi caso, contraje el COVID-19 porque mi esposo me besó. Él contrajo el virus al reunirse con alguien que lo tenía. La cadena de infección se remonta a un «mercado húmedo» chino donde se vendió el fatídico pangolín después de ser arrancado de su hogar en el bosque. Si alguien alguna vez pensó que las preocupaciones ambientales y de salud no están conectadas, debería pensarlo de nuevo. La deforestación y el tráfico de vida silvestre son exactamente cómo nos metimos en esta pandemia global de COVID-19.
La deforestación y el tráfico de vida silvestre son exactamente cómo nos metimos en esta pandemia global de COVID-19.
Cuanto más nos adentramos en los bosques, es más probable que los humanos entremos en contacto con animales hasta ahora no perturbados, cuyos patógenos tendrán la emocionante oportunidad de penetrar nuevas víctimas: nosotros. Y cuando arrasamos los bosques, sus habitantes animales tropiezan con nuestras fortalezas humanas. Lo he presenciado de primera mano en mi trabajo: criaturas desorientadas, perdidas y sin hogar que buscan desesperadas un último punto de apoyo, incluso en áreas donde abundan los humanos».
(…) criaturas desorientadas, perdidas y sin hogar que buscan desesperadas un último punto de apoyo, incluso en áreas donde abundan los humanos.
Esta nueva proximidad simplemente hace que sea más probable que los patógenos salten de la vida silvestre a los humanos. He documentado la devastación de las selvas tropicales deforestadas a gran escala para la producción de mercancías agrícolas, y he visto cómo esto dispersa a las criaturas salvajes. La caza furtiva, el tráfico y el consumo de vida silvestre simplemente lanza los dados hacia la zoonosis, una y otra vez.
En este momento, estamos empeñados correctamente en el distanciamiento social, lavado de manos y ayuda médica que salva vidas; pero para el futuro, un paso crucial que la humanidad debe tomar para protegerse de las nuevas pandemias debe ser la prohibición total del tráfico de vida silvestre en todo el mundo y de manera urgente ponerle a la deforestación tropical.
(…) un paso crucial que la humanidad debe tomar para protegerse de las nuevas pandemias debe ser la prohibición total del tráfico de vida silvestre en todo el mundo y de manera urgente ponerle a la deforestación tropical.
Desafortunadamente, el presidente Trump no solo ha exhibido una incompetencia espectacular en el manejo de las pruebas del Covid 19 (mi esposo y yo pasamos una semana en Nueva York sin poder hacer la prueba, enredados en innumerables llamadas al mejor estilo kafkiano) y otros preparativos de pandemias, sino también, su administración abrazó de lleno la destrucción global de los bosques. Al hacerlo, Trump y su gente están creando condiciones propicias para que una pandemia como COVID-19 nos golpee nuevamente.
Cada nación debería avanzar en abogar por un camino claro para terminar con el comercio de vida silvestre en la próxima conferencia de la ONU en el marco del Convenio sobre Diversidad Biológica. Espero que los representantes de casi 200 países que estarán ahí, se den cuenta de que pueden simultáneamente proteger de las pandemias y de la extinción masiva a las personas como a las especies de fauna silvestre como los pangolines, a través de una fuerte prohibición del comercio de vida silvestre, como parece que lo hará Vietnam y China.
Pero terminar con el tráfico no sirve de nada si el hogar de los animales en los bosques es arrasado haciéndolos huir a nuestros patios traseros. Deberíamos ir más allá y declarar el fin de la deforestación para fines agrícolas y los productos más destructivos del mundo: carne de res, soja, aceite de palma, caucho, café y cacao. Esta sería una respuesta valiente e inteligente al COVID-19. Si cree que es costoso, simplemente reflexione sobre las posibles pérdidas financieras que nos golpean en esta pandemia en la que nos encontramos. Una onza de prevención vale una libra de cura.
Pero terminar con el tráfico no sirve de nada si el hogar de los animales en los bosques es arrasado haciéndolos huir a nuestros patios traseros. Deberíamos ir más allá y declarar el fin de la deforestación para fines agrícolas y los productos más destructivos del mundo: carne de res, soja, aceite de palma, caucho, café y cacao.
Esto es especialmente cierto para el próximo verano. Todos los veranos, grandes extensiones de bosques amazónicos e indonesios se queman en intensos incendios forestales en gran parte impulsados por las industrias de carne de res, soja y aceite de palma. Cuando los bosques arden, el smog tóxico se expande en cantidades que se pueden ver desde el espacio. Solo en 2015, la neblina tóxica de la turba indonesia y los incendios forestales provocaron un estimado de 100.300 muertes prematuras y expusieron a 69 millones de personas a una contaminación atmosférica nada saludable.
¿Qué sucederá cuando las infecciones respiratorias lleguen al pico de COVID-19, al mismo tiempo que el smog asesino se propaga por el Amazonas y el sudeste asiático, en sistemas de salud ya frágiles? Los científicos de Harvard publicaron recientemente un nuevo estudio a nivel nacional para los EE. UU, que vincula la contaminación con las tasas de mortalidad de COVID-19. Si estuviera cerca de un incendio forestal, no estoy segura de que mis pulmones y mi corazón ya sobrecargados pudieran haberlo manejado. Podría estar muerta ahora.
Los científicos de Harvard publicaron recientemente un nuevo estudio a nivel nacional para los EE. UU, que vincula la contaminación con las tasas de mortalidad de COVID-19.
La respuesta inteligente para los líderes políticos y corporativos mundiales es una política inmediata y estricta de cero quemas.
Limitar la exposición a animales «exóticos» y proteger sus hogares forestales es clave, pero ignoramos a nuestro propio riesgo la transmisión de animales domésticos «convencionales». Los sistemas alimentarios de nuestro mundo deben ser reformados para que nuestro planeta se blinde y sea más uno a prueba de pandemias. Si la caza furtiva está tirando los dados con nuestras vidas, entonces la cría de ganado es la ruleta rusa.
Si la caza furtiva está tirando los dados con nuestras vidas, entonces la cría de ganado es la ruleta rusa.
Muchas operaciones concentradas de alimentación animal, o CAFO, como las llama la industria, están infectando los pozos negros de enfermedades, incluidos los patógenos que solo esperan dar el salto a la transmisión del animal al humano.
Con aves y cerdos a menudo mantenidos en condiciones de hacinamiento, antihigiénicas y atroces, no es de extrañar que se enfermen, o que la gripe aviar y la gripe porcina ocasionalmente se descontrolen a la velocidad de la luz, ya que los patógenos se recombinan rápidamente y mutan en nuevos virus. Con 3/4 de antibióticos administrados anualmente a animales productores de alimentos en los EE. UU., también estamos en camino a experimentar brotes graves de enfermedades resistentes a los medicamentos, como cepas de bacterias carnívoras que pueden saltar de animales a humanos. Nuestra industria cárnica está proporcionando esencialmente patógenos aventureros con vastos banquetes en los cuales pueden mutar y propagarse, todo en contacto cercano con nosotros. Casualmente, nuestra industria cárnica es también uno de los principales impulsores globales de la deforestación, lo que nos regresa al círculo vicioso.
Casualmente, nuestra industria cárnica es también uno de los principales impulsores globales de la deforestación, lo que nos regresa al círculo vicioso.
Las soluciones positivas y el liderazgo en este desafío podrían incluir condicionar el rescate de la industria de la carne, devolviendo el poder y el dinero a los pequeños agricultores en lugar de a los multimillonarios, favoreciendo las granjas con menos animales que se crían de manera más segura. Necesitamos ‘distanciamiento social’ para los animales de granja, es decir, más espacio, menos hacinamiento, granjas más pequeñas, espacios más limpios donde los animales no se revuelquen en sus propias secreciones y heces (que a menudo es la forma en que se eliminan los virus), y proporcionar ayuda para cualquier agricultor que luche y esté dispuesto a abandonar la cría de animales. Las zanahorias nunca nos darán coronavirus, y no hay riesgo de la «gripe brócoli».
Necesitamos ‘distanciamiento social’ para los animales de granja (…)
El COVID-19 ha demostrado cuán estrechamente entrelazados estamos. Infectar a una persona puede enfermar rápidamente a millones. Los humanos nos hundimos o nadamos juntos. Los virus no respetan fronteras entre naciones, y tampoco están limitados a una especie.
Nuestra situación actual arroja luz sobre nuestra interconexión con el mundo natural. Rezo para que el coronavirus pueda enseñarnos a abrir nuestros corazones, amar la tierra y comprender que tratar una parte de nuestro planeta pone en peligro a toda la humanidad.
Tal vez fueron mis sueños febriles resonando en mis oídos despiertos, pero casi pude escuchar el susurro de los bosques del mundo: “si ardemos, tú ardes también y te quemas con nosotros”.
- Este texto fue publicado originalmente en la revista Mongabay https://bit.ly/3cFLbwM y fue cedido por la autora con traducción de Gina Méndez para Rascacielos.
- Etelle Higonnet es Directora Senior de Campaña en la organización ambiental global Mighty Earth, donde ha luchado para reformar las industrias de aceite de palma, caucho, soja y cacao. Recientemente fue nombrada Caballero de la Ordre National du Mérite (Orden Nacional del Mérito) de Francia por su trabajo en la protección del medio ambiente.