En el altiplano, al norte de la capital mexicana, hay sol durante todo el día y esto más de trescientos días al año. Gregorio, cuando vino de Alemania a prestar un año social en la diócesis de Tula, no conocía sino el clima de su tierra natal. Para el joven se convirtió en un reto de por vida, descubrir y seguir desarrollando formas de aprovechamiento de tanta energía, brindada por la naturaleza. Logró fabricar localmente un calentador solar, modelo pionero en su tiempo que se deja encontrar aún en los techos de muchos hoteles y residencias de la zona. Desde entonces, las invenciones se han convertido en el hilo conductor de la vida de Gregorio, autodidacta con largo aliento. Con su emprendi miento Trinysol sigue fiel a su lema “Energía solar concentrada para todxs y en todas partes”, con abordajes fuera de serie.
Las Jarillas, en otras partes más conocidas como caña brava es un carrizo que suele crecer en las orillas pantanosas de ríos. Tlacotal, nombre náhuatl para lugar donde crecen las jarillas, es una colonia en Iztacalco, una de las alcaldías en el sur este de la ciudad de México. El río Miramontes, en aquel entonces emblemático para Tlacotal, se convirtió en un canal entubado; pero las jarillas siguen en la huerta de la casa de la cultura que lleva el mismo nombre. Este centro cultural es un referente para la ciudad de México por ser manejado desde la comunidad territorial, cohesionando el tejido social y el sentido comunitario a escala de la localidad barrial, con un trabajo incansable desde la cultura y la identidad urbana. Se trata de un ícono para el desarrollo y la autodeterminación de una comunidad
urbana, involucrando a la tercera generación, plasmando de forma tangible las reivindicaciones de las y los Tlacotalenses en su lucha por el derecho a la ciudad.
El Valle del Mezquital, en el altiplano mexicano arriba de dos mil metros de altura, a 4 horas de viaje al norte de la ciudad de México, ha sido durante siglos la zona de producción más importante del aguamiel, el jugo dulce cosechado de magueyes, apreciada desde los tiempos del Imperio azteca. El clima, con mucho sol de día y noches frías además de la vegetación semidesértica favorecen el aprovechamiento del maguey y del nopal. Las familias indígenas Hñähñu, habitantes originarios del valle sembraban, desde sus ancestros maguey y nopal, produciendo pulque, la bebida fermentada del aguamiel y miel de maguey, un endulzante concentrado del aguamiel. La colonia y luego la modernidad parecían poner fin a esta labor cultural pero parece darse un renacimiento de esta agricultura ancestral, rejuvenecida gracias a la innovación.